Deuda, incumplimiento y caos: Argentina se acerca a una crisis muy familiar
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El líder argentino quien prometió en su toma de posesión ser totalmente diferente a sus predecesores, se está pareciendo cada vez más a ellos conforme se acerca el final de su mandato
Hace cuatro años, Mauricio Macri heredó una alta inflación, unas finanzas públicas en dificultades, y un país al que los inversionistas extranjeros no le otorgarían préstamos. A dos meses de las elecciones presidenciales, las cuales es muy probable que pierda, Macri le está legando a su sucesor un panorama económico igualmente deslucido.
Un apresurado anuncio el miércoles por parte de Hernán Lacunza —el nuevo ministro de Hacienda y Energía que sólo lleva dos semanas en su cargo— de que la deuda de Argentina, por un total de US$ 101 mil millones, necesitaba ser reestructurada representó la más reciente calamidad en ocurrirle a la administración de Macri. Los funcionarios del gobierno intentaron "vender" la estrategia como una medida para fomentar la confianza, pero los mercados experimentaron una venta masiva anticipando algo peor.
Los inversionistas ya están fijando los precios en los mercados en caso de que haya un incumplimiento total de la deuda, y el peso argentino se está devaluando. La población está cada vez más inquieta conforme la inflación se eleva por encima del 55% y la recesión se torna más severa. Las reservas extranjeras están disminuyendo rápidamente, y Buenos Aires está plagada de especulaciones acerca de los controles de capital.
Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) está decidiendo si lanzará la próxima porción de un programa de rescate récord de US$ 57 mil millones que se ha descarrilado después de sólo 11 meses.
La historia de frustradas esperanzas y de implacables crisis económicas, con el FMI desempeñando el papel exagerado de "villano de la pantomima", ha sido deprimentemente familiar para los observadores de Argentina durante los últimos 70 años. Ningún presidente no peronista ha completado su mandato en ese período, y muchos actualmente se preguntan si el Macri será víctima de la misma maldición.
En las memorias de los argentinos están grabadas las dolorosas imágenes de 2001, cuando el colapso económico condujo a una corrida bancaria y a disturbios que obligaron al presidente de aquel entonces, Fernando de la Rúa, a escapar en helicóptero del techo del palacio presidencial. Ese año, Argentina provocó el mayor impago de la deuda de la historia.
"El factor decisivo será lo que suceda en las calles", comentó Arturo Porzecanski, un execonomista latinoamericano de Wall Street que actualmente es parte de la American University en Washington. "En particular, si la facción impaciente y radical de los peronistas decide comenzar a causar problemas para obligar a Macri a dejar el poder".
Macri decidido
Por ahora, Macri parece decidido a llegar al término de su mandato. "Tenemos 59 días hasta las elecciones, y es mi responsabilidad como presidente que pasen de la mejor manera posible, pero esto nunca depende sólo del gobierno", declaró ayer, haciendo un llamado a sus oponentes peronistas en las elecciones de octubre para que cooperen en tranquilizar a los mercados.
El principal rival de Macri, Alberto Fernández, hasta ahora ha rechazado los llamados a entablar un diálogo sobre política económica, y está más que dispuesto a echarle toda la culpa al presidente por el caos. "Quienes han generado esta crisis, el gobierno y el FMI, tienen la responsabilidad de poner fin y revertir la catástrofe social que hoy atraviesa una porción cada vez mayor de la sociedad argentina", expuso en un comunicado esta semana.
Benjamin Gedan, quien dirige el proyecto de Argentina en el Centro Wilson de Washington, dijo que los llamados tempranos de Fernández no habían sido alentadores. "Se contenta con engañar a los argentinos acerca de las causas de la volatilidad actual", explicó Gedan. "Nunca ha reconocido que la volatilidad proviene del escepticismo sobre su programa de políticas", agregó.
Los inversionistas están particularmente preocupados de que la expresidenta Cristina Fernández e está postulando como vicepresidenta en el equipo de su exjefe de gabinete, Fernández. Su mandato, entre 2007 y 2015, estuvo marcado por controles de precios y de divisas; por nacionalizaciones; por incumplimiento soberano; y por numerosas acusaciones de corrupción por las que actualmente está siendo juzgada.
Con el dúo Fernández-Fernández encaminado hacia una rotunda victoria en octubre, Argentina está lista para repetir un ciclo que se ha vuelto agotadoramente familiar durante las últimas décadas: un presidente populista peronista toma el poder, gasta generosamente y logra un breve brote de crecimiento impulsado por el gobierno antes de que la economía se derrumbe en medio de la alta inflación y de la insostenible deuda. Los votantes entonces eligen un reformista para arreglar el caos, pero se cansan rápidamente de la austeridad resultante, y regresan a los peronistas.
"El electorado argentino es muy voluble", comentó Porzecanski. "Los he estado siguiendo por más de 40 años y nunca ha dejado de sorprenderme cuán rápidamente se tornan en contra de un líder político. Ayer amaban a Macri. Hoy odian a Macri y no pueden esperar a que se vaya", agregó.
Carlos Fara, un analista político en Buenos Aires, señaló que había tenido desventajas desde el principio debido a una débil base en el Congreso y por controlar sólo cinco de las 24 provincias de Argentina.
Pero fue el fracaso de Macri en solucionar los perdurables problemas económicos de Argentina lo que finalmente destruyó sus ambiciones de reelección. "Con tres de cuatro años en recesión, y con una alta inflación, es muy difícil seducir a los actores políticos, sociales y económicos y convencerlos de que estás yendo en la dirección correcta", apuntó Fara.
Incluso con la casi certera victoria de Fernández en octubre, Argentina aún debe navegar lo que promete ser unos extremadamente difíciles tres meses antes de que el nuevo presidente tome el poder en diciembre.
Con Macri y su gobierno anunciando cada semana lo que parecen, cada vez más, medidas de pánico para intentar reforzar la confianza, existe el riesgo de que se produzca un colapso total del mercado.
"Si él se ve obligado a terminar su mandato antes de tiempo, representa un final ignominioso", dijo Gedan. "Si completa su mandato, y muestra gobernabilidad, representa un aspecto positivo casi insignificante de lo que ha sido un experimento muy decepcionante en la liberalización de los mercados", opinó.